“120 Años Predicando el Mensaje de Dios en Campana”
Por: María Victoria Paredes
Dice “La Biblia”: “Ciertamente les aseguro que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto” (Juan 12:24)
Para poder estar en la presencia del Señor, en el Antiguo Testamento, el sacerdote debía previamente pasar por el altar del sacrificio, poniéndose a cuentas con Dios, confesando sus pecados, y quedaba limpio. (Levítico 16)
Ahora Cristo es el sumo sacerdote eterno, y el velo que separaba el altar del sacrificio de la presencia de Dios se rasgó en dos (Mateo 27:51), venciendo la muerte nos redimió, teniendo acceso directo al trono de la gracia, accediendo a una nueva vida.
Debemos pasar por el altar del sacrificio primero, para llegar a Dios, el velo se rasgó a causa de Cristo, de allí que los cristianos debemos dejar morir absolutamente todo de nosotros para estar en plenitud en la presencia de Dios.
Si el grano de trigo muere, se multiplica, y el Señor da lugar a lo nuevo en nuestras vidas. Debemos dejar morir todo de nosotros, incluso aquello que considerábamos bueno.
¿Estamos dejando morir todo por Cristo? Nuestras debilidades, como nuestras fortalezas, deben morir para darle lugar a lo Nuevo que el Señor ya predestinó para nosotros.
Puede que nos aferremos a nuestros trabajos, a nuestros dones y capacidades, a los ministerios, a nuestras obras de bien, a las glorias pasadas; todo eso, debe morir. Nuestro orgullo, vanidad, egoísmo, malos deseos, celos, ira; todo eso debe morir. La gloria de Dios se manifestará en el presente cuando nos rindamos completamente a Cristo.
Quizá hoy sintamos que no podamos entregarle nada a nuestro Señor, quizá dentro nuestro, ese manantial de agua viva sea un simple charco, quizá nuestros huesos se hallan secado y no nos quede aliento de vida.
El Señor nos dice: “Pueblo mío, abriré tus tumbas y te sacaré de ellas, y te haré regresar a la tierra de Israel. Y cuando haya abierto tus tumbas y te haya sacado de allí, entonces, pueblo mío, sabrás que yo soy el Señor. Pondré en ti mi aliento de vida, y volverás a vivir” … (Ezequiel 12:14).
Cristo nos cambia, a los que decidimos seguir Su Camino, cambia nuestro lamento en danza, de las cenizas trae vida, cambia la culpa por gloria.
Cristo, de las ruinas y tumbas, hace nacer nuevos jardines, El resucita los huesos y sabemos que, ¡Él lo hará otra vez!
Dios, las obras maravillosas de antaño, que escuchamos y leímos en tu Sagrada Escritura, y nos han dejado pasmados, vuélvelas a hacer, en esta ciudad, y en tu Iglesia, queremos tu gloria en este presente. ¡Amén!
(Habacuc 3:2) “Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la misericordia”.
¿Quieres transformar tus tumbas en jardines?
¡Búscalo a Jesús!, y/o contáctate con un cristiano y/o una iglesia que enseñe de Cristo y La Palabra de Dios. “La Biblia”. ¡No te arrepentirás! María Victoria Paredes
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