“Confiamos en que la asunción de (Joe) Biden en los Estados Unidos, sirva para distender la relación con los vecinos en América Latina. Las reuniones recientes con los presidentes de Colombia (durante la asunción de Luis Arce en Bolivia) Iván Duque y esta semana con Luis Lacalle Pou (en Uruguay) van en esa línea”.
La frase de una alta fuente de la Casa Rosada sintetiza la hoja de ruta que imagina Alberto Fernández para relanzar la política exterior de su Gobierno. Contempla mejorar las relaciones con los Estados Unidos, con China, Rusia, UE y la región.
Para eso, en la Casa Rosada imaginan el retorno de Alberto a los viajes internacionales para los primeros meses de 2021. Mientras, espera que se confirme el triunfo de Biden en diciembre y la invitación a la asunción del nuevo presidente de los Estados Unidos en enero. En eso ya está trabajando el embajador argentino en USA, Jorge Argüello, que esta semana se reunió con el embajador norteamericano en Buenos Aires, Edward Prado.
Un nuevo paso en esa dirección tiene previsto dar Alberto este fin de semana, cuando desde el complejo turístico de Chapadmalal participe de su primer cumbre oficial del G-20 que se realiza este sábado y domingo vía zoom en el marco de la pandemia, bajo la presidencia de Arabia Saudita.
Alberto se aloja este fin de semana largo por el feriado del lunes en la residencia presidencial donde pasaban sus vacaciones Perón y Evita: fue construida por Juan Perón en el año 1947 como símbolo de la política de turismo social. El complejo cuenta con un chalet presidencial a orillas de la Costa Atlántica, rodeado por varios edificios de piedra que integran los hoteles donde suelen desarrollarse colonias de vacaciones para niños y jubilados de los sectores más pobres que llegan de distintos puntos del país.
Desde allí, con ese entorno de “justicia social peronista”, Alberto ideó su primer discurso oficial en el G-20 para pedir a sus pares de los países más desarrollados del mundo la firma de “un pacto de solidaridad global” y la creación de “un fondo humanitario para enfrentar los efectos económicos y sociales de la pandemia”.
Según adelantó en la cumbre extraordinaria de marzo pasado -y confirmó el sherpa presidencial y embajador ante los Estados Unidos, Jorge Argüello- los ejes del discurso de Alberto ante el G20 son 3:
1- La salud: diagnósticos, tratamientos y las vacunas contra el COVID-19, deben ser calificados como un bien público global.
2- Protección solidaria para todos: garantizar un piso mínimo de protección social y aliviar así los efectos económicos y sociales de la pandemia.
3- Recuperación económica: en el marco del Pacto Global Solidario, Fernández apunta a la creación de un Fondo para asistir a los países más pobres en la recuperación económica global, que sea inclusivo y sustentable.
Así lo señaló Argüello en un hilo de mensajes publicados esta semana en Twitter luego de participar de las reuniones preparatorias de los sherpas presidenciales del G-20.
Pasaron dos años (del 30 de noviembre al 1 de diciembre de 2018) desde que Buenos Aires fue sede del G-20, con el gobierno de Mauricio Macri como anfitrión y la visita de los principales líderes del mundo: desde Donald Trump, pasando por Vladimir Putin, el Chino Xi Jinping, la alemana Angela Merkel, el francés Emmanuel Macron y la ex titular del FMI Christine Lagarde, que renunció después de avalar el otorgamiento del millonario préstamo del FMI a Macri, que el gobierno de Fernández ahora busca renegociar.
Justamente este viernes culminó la visita de dos semanas de la misión del FMI en Buenos Aires con una mirada (¿más social?) de la nueva titular del Fondo, Kristalina Georgieva.
La Casa Rosada busca acordar un plazo de gracia de 4 años, mientras inicia un ajuste fiscal que ya empieza a ser cuestionado en el interior de la misma coalición de gobierno.
¿Qué define este nuevo G-20 por zoom?
“En la Cumbre de Lideres del @g20org de marzo 2020 los Jefes de Estado se comprometieron a hacer “lo que sea necesario” (“whatever it takes”) para superar los efectos de la pandemia del Covid-19”, explicó Argüello.
La carrera global por la efectividad de la docena de vacunas que andan dando vueltas y la urgencia que tienen todos los gobiernos del mundo -incluido el de Fernández- por empezar a vacunar, radica no solo en la necesidad de contener la enfermedad, sino de terminar con la crisis económica y reactivar la actividad.
El Fondo Monetario esta semana avisó que va a rever los pronósticos de caída del PBI global a partir de la segunda ola de contagios que afecta a Europa y a los Estados Unidos, donde varios países y ciudades volvieron a los confinamientos estrictos.
El gobierno argentino mira la película que, teme, se reproduzca en Argentina después de las aperturas que está autorizando en el verano para contener la crisis económica.
La “incertidumbre” y la “esperanza en un rebote del consumo” sigue siendo el mantra que repiten los funcionarios oficiales cuando se les pregunta qué perspectivas tienen sobre la incipiente reactivación económica.
Por eso, en medio de las negociaciones con el FMI para ajustar el gasto fiscal -Guzmán confirmó el fin del IFE y diciembre será el último pago de los ATP-, el oficialismo, empezando por el Presidente, niega planear un ajuste que ya se empieza a ver en la reducción de la ayuda estatal a las empresas privadas, los progresivos aumentos de impuestos, de tarifas y en el magro aumento a los jubilados (5% en diciembre).
Sin contar, el debate por la nueva fórmula de movilidad que ya rechazó hasta la CGT oficialista.
Entre EE.UU, China y la distensión Latinoamericana
La agenda de Alberto Fernández para 2021 plantea interrogantes y objetivos concretos: espera -ante la intransigencia de Trump a reconocer su derrota- la definición del Colegio Electoral que designe en diciembre al nuevo presidente norteamericano, quien, justamente, tendrá poder de veto en el directorio del FMI.
Argüello se reunió esta semana con el embajador de Estados Unidos en Buenos Aires para avanzar en la misión que le encargó Alberto: ofrecer el apoyo a la reelección de la demócrata Nancy Pelossi como titular de la Cámara baja norteamericana y avisar que está gustoso por participar de la asunción de Biden en enero.
En el medio, el gobierno argentino pedirá la reapertura del comercio bilateral en productos argentinos hoy vedados en la economía norteamericana: entre otros, el biodiésel.
Una política en común, en cambio, es el anuncio de Biden de regresar a los Estados Unidos al Pacto de París para reducir el impacto del cambio climático en el planeta; lo que es impulsado por la UE en el marco de la cuarta revolución industrial y tecnológica a la que Argentina adhiere.
Mientras, el canciller Felipe Solá hizo esta semana equilibrio enviando mensajes hacia el imperio chino: ratificó en un seminario vía zoom la intención del gobierno argentino de relanzar la asociación estratégica con ese país, que promociona inversiones no solo en la base espacial ubicada en la Patagonia, sino en la instalación de granjas porcinas.
A cambio, Argentina se beneficiaría aumentando sus exportaciones de alimentos al país más poblado del planeta. El problema será cómo cuidar el medioambiente y los recursos. El canciller Solá ya anticipó que entre febrero y mayo de 2021, Alberto podría viajar a China y también a Rusia, donde siguen negociando el acuerdo por la compra de la vacuna Sputnik V, entre otros viajes postergados por la larga cuarentena global.
Fuente: a24
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